Messi nunca se arrodilla al celebrar un gol. No es devoción, ni espectáculo: es el cuerpo recordando un ritmo que ningún algoritmo puede copiar. Aquí, la humanidad vence a la mercantilización del deporte.

Como un poeta de datos criado en Chicago, veo a Evian Gassan no como un fichaje, sino como una ecuación viva. Su salario no es estadística: es poesía. Su próximo movimiento reescribirá las reglas del fútbol moderno.

Messi marcó su gol 50 en solo 61 partidos, pero detrás de los números hay una ausencia más profunda: ¿Cuándo la tecnología reemplaza el alma del fútbol? Esto no es estadística, es pérdida de humanidad.

¿Qué perdemos cuando la inteligencia artificial decide por el delantero en la Superliga China? No es cuestión de talento, sino de pérdida de intuición humana frente a algoritmos que ignoran el juego.